David Browning
Por David Browning, líder del equipo Nonviolent Peaceforce – Minkaman en Sudán del Sur
Durante los últimos meses he tenido el privilegio de apoyar al liderazgo del condado de Awerial. Estos líderes están tratando desesperadamente de contener un conflicto entre clanes que repetidamente ha amenazado con salirse de control. Durante mucho tiempo me han fascinado las demandas y responsabilidades del liderazgo; lo que he presenciado me ha imbuido de la creencia de que hay esperanza para este país profundamente atribulado.
El conflicto comenzó a fines de octubre cuando un campamento de ganado infectado con la enfermedad transmitida por garrapatas, la fiebre de la costa este, se mudó de Minkaman, donde tiene su sede el equipo Nonviolent Peaceforce (NP), a Dor Payam, 30 km al norte. El gobierno local había pedido repetidamente al campamento de ganado que permaneciera en Mingkaman para que su ganado pudiera recibir tratamiento. Sin embargo, al no entender cómo se propaga la enfermedad, decidieron abandonar su campamento en un intento de escapar de la enfermedad.
Con razón, nos preocupaba que la llegada de ganado infectado a Dor pudiera causar un conflicto; como varios otros campamentos de ganado estaban allí en ese momento. Nuestro equipo estaba en Dor discutiendo el tema con los respectivos campamentos y el gobierno local cuando comenzaron los combates. Habíamos recibido garantías del campamento infectado de que no se aventurarían desde las afueras de Dor. Eran garantías que también le habían dado al Administrador de Payam. (Payam es una división administrativa).
Sin embargo, por razones que aún no están claras y apenas unas horas después de haber hablado con el campamento, comenzaron a trasladar parte de su ganado hacia el centro de Dor. Esto desencadenó un violento enfrentamiento con ganaderos de otro campamento. Cuando la lucha inicial se calmó, el gobierno local solicitó que transportáramos a dos adolescentes heridos a Mingkaman para recibir atención médica. Rápidamente se corrió la voz de que estos adolescentes habían recibido disparos y, mientras el equipo regresaba a Mingkaman, vimos a cientos de jóvenes armados que se dirigían hacia Dor en busca de venganza.
Los combates que continuaron ese día resultaron en la muerte de tres hombres. Sin embargo, al momento de escribir esto no ha habido más muertes. Teniendo en cuenta la rabia y el dolor que he presenciado posteriormente en estas comunidades, este es un logro extraordinario. Sudán del Sur es un país profundamente traumatizado en el que la línea entre soldado y civil se ha desdibujado tras décadas de militarización. Como tal, el potencial de que los conflictos se salgan de control rápidamente es enorme.
NP ha desempeñado un papel simple pero vital en el mantenimiento de la tregua actual entre las partes. NP ha proporcionado transporte a los líderes locales, llevándolos entre los dos campamentos. Esto aumenta la velocidad y la escala en su respuesta a la violencia. Con nuestro apoyo, el gobierno local, los líderes religiosos y los jefes de los clanes han podido mediar eficazmente entre las dos partes. Esto ha evitado los ataques de venganza.
Sin embargo, la situación es volátil y la tregua es frágil. A fines de noviembre terminé un informe semanal, señalando que era cautelosamente optimista de que la tregua podría mantenerse. Tenía razones válidas para esta observación. Sin embargo, un día después, uno de los clanes en guerra se movilizó y marchaba hacia Mingkaman para lanzar un ataque frontal contra su enemigo.
Sin vehículos para responder a este ataque, el gobierno solicitó que NP condujera una delegación de jefes de clanes neutrales para interceptar la fuerza que se aproximaba. NP se enorgullece con razón de nuestra capacidad para medir el riesgo. Se nos enseña a analizar y sopesar diferentes factores a la hora de tomar una decisión. Sin embargo, hay momentos como este, cuando necesita tomar decisiones en una fracción de segundo en momentos de mayor tensión.
Al acceder a transportar a los caciques me pregunté si confiaba en el oficial que hacía el pedido. Por lo que había visto en las semanas anteriores, decidí que podía. En consecuencia, en una demostración de excelente conducción, nuestro conductor nos precipitó hacia Dor. Afortunadamente, la fuerza se había desviado de la carretera principal antes de que los alcanzáramos. Por lo tanto, simplemente tuvimos que dejar a los jefes al costado del camino. Al ver a estos hombres caminar penosamente hacia el monte, me sentí honrado por su coraje.
Sorprendentemente, pudieron convencer a cientos de hombres armados para que retrocedieran. Primero, transmitieron un mensaje de la esposa y el padre de uno de los hombres que habían muerto en la lucha inicial. Su mensaje fue “si continúas con el ataque, hazlo, sabiendo que no lo estás haciendo por nosotros y que no te apoyamos”.
Los jefes luego reprendieron a la comunidad por la temeridad de su ataque. Argumentaron que marchar hacia una posición defensiva fuertemente fortificada y bien protegida equivalía a un suicidio. Con notable valentía, los jefes reprendieron a la comunidad por permitir que la ira nublara su juicio. Por lo tanto, pudieron persuadir a la comunidad para que retrocediera y detuvieron lo que habría sido una masacre.
Haber podido apoyar a estos líderes para que pudieran llegar a tiempo a la comunidad me llena de un inmenso orgullo. Sin embargo, la rabia y la amargura que he visto en las comunidades afectadas por el conflicto me dejan pocas dudas de que queda mucho trabajo por hacer. Dados los desafíos extraordinarios, puede ser que el liderazgo de Awerial no pueda contener la violencia. Sin embargo, incluso si este es el caso, NP permanecerá y hará todo lo posible para apoyar a aquellos que luchan por la paz. En uno de los muchos viajes entre los dos campamentos, viajaba en el segundo automóvil de nuestro convoy. Mirando hacia adelante, vi la bandera de NP ondeando sobre el vehículo de cabeza. En ese momento me sentí orgulloso no solo de ser parte de NP sino también de una comunidad más amplia, de hombres y mujeres que desafían la sensación de desesperanza y desesperación que provoca la violencia.
