Este de la República Democrática del Congo: La comunidad es lo primero, la seguridad es una prioridad
Por Douce Namwezi, Jefe de Misión, NP DRC
En el este de la República Democrática del Congo (RDC), desde Kalehe hasta Bukavu, la gente siempre se ha cuidado mutuamente. La ayuda mutua —compartir comida, refugio y apoyo— ha sido durante mucho tiempo parte de la supervivencia de las comunidades. Pero cuando se trataba de protección y seguridad, muchos tradicionalmente recurrían a actores externos: el gobierno, las fuerzas de paz de la ONU o las fuerzas de seguridad. Se esperaba que alguien más —alguien uniformado— asumiera la responsabilidad de mantener a la gente a salvo.
Ahora eso está cambiando.
Abundan los titulares sobre acuerdos minerales predatorios y acuerdos internacionales. Pero para la gente del este de la República Democrática del Congo, estas negociaciones no son nada nuevo. Llevan años en marcha y no han aportado la seguridad que necesitan las comunidades. Lo que cambia ahora es lo que ocurre a nivel comunitario.
En medio de la creciente violencia y el colapso de las autoridades formales, las comunidades ya no esperan a actores externos para su seguridad. Hacen lo que siempre han hecho: apoyarse mutuamente, pero con una claridad renovada: La protección es algo que ellos mismos deben llevar adelante.Están redefiniendo el significado de la seguridad y quién es responsable de ella. La mayoría de las veces, la respuesta es: nosotros.
A quienes hacen estos acuerdos les pregunto: Has estado persiguiendo tus sueños, ¿pero qué pasa con los sueños de los demás? ¿Y qué hay de los niños que sueñan con terminar la escuela? ¿Y de la mujer que atiende la pequeña tienda de la esquina, con la esperanza de un día sin miedo? En un mundo centrado en el éxito individual, ¿con qué frecuencia nos detenemos a pensar en los sueños que habitan silenciosamente en la vida de alguien más?
Recientemente, cuando la violencia cerró los mercados y ni siquiera teníamos lo básico, como tomates, sal o especias, nos apoyamos mutuamente. Le pedía prestado lo que necesitaba a mi vecino, y él hacía lo mismo. Cuando alguien tenía que huir y no podía llevarse a sus hijos, los dejaba con otros del barrio. Nos cuidábamos mutuamente. Antes, la gente habría ido al complejo de la ONU para sentirse segura. Ahora, estamos redefiniendo el significado de la protección.
Grupos de hombres comenzaron a organizarse para compartir actualizaciones de seguridad —dónde era seguro ir, qué caminos evitar, hacia dónde se movían los grupos armados— para que otros pudieran mantenerse a salvo. He escuchado esto una y otra vez en las últimas semanas: Antes, pensábamos que la protección era responsabilidad de otros. Pero ahora lo sabemos: somos responsables de nuestra propia seguridad.
Éste es nuestro plan:
- Sistemas de alerta temprana: En varias aldeas, las mujeres se reúnen cada mañana para orar y aprovechan el tiempo para compartir información sobre seguridad. Jóvenes desplazados en Kalehe se reúnen en campos de fútbol para apoyar su resiliencia mental e intercambiar información vital sobre seguridad.
- Presencia protectora: Para reducir el riesgo de violencia sexual, los hombres acompañan a las mujeres en pequeños grupos a fuentes de agua y mercados. Las comunidades también han identificado islas y aldeas pigmeas cercanas como zonas seguras temporales.
- Estrategias de evacuación: Los hombres a menudo trasladan a las familias a aldeas más seguras y se quedan para proteger las casas, coordinando los retornos mediante alertas comunitarias.
- Solidaridad económica y social: Las familias desplazadas están reconstruyendo grupos de ahorro (AVEC), que sirven como salvavidas financieros y espacios seguros para el apoyo emocional, la planificación y la protección.
La seguridad comunitaria no solo es posible, sino que ya está ocurriendo. Esto no significa que las personas no necesiten apoyo. Lo necesitan. Lo peligroso es asumir que son víctimas pasivas que esperan ser rescatadas. Lo que piden es un apoyo que fortalezca sus propios mecanismos de protección, no que los margine.
En NP, reconocemos esto. Por eso, no implementamos medidas de seguridad externas, sino que nos basamos en lo que ya existe. Nuestro trabajo en Protección Civil Desarmada (UCP) comienza escuchando: comprendiendo cómo las comunidades ya se han mantenido seguras y preguntándonos cómo podemos apoyarlas para que lo hagan de forma más eficaz y sostenible.
Cuando las agencias internacionales dicen "no podemos reunirnos con las autoridades" porque las actuales son actores armados, las comunidades ya han pasado página. Se reúnen entre sí. Están mapeando sus propios riesgos. Están creando seguridad donde no la hay. Y nos piden que nos presentemos no con soluciones prefabricadas, sino con humildad y herramientas que puedan usar a su manera.
Como lo expresó un miembro de la comunidad: “Somos nosotros quienes debemos responsabilizarnos primero de nuestra propia protección”.
Es hora de que el mundo reconozca lo que ya funciona e invierta en ello.
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