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Cucharas en la bandeja

Fecha: noviembre 25, 2019

equipo Ulang.Formación de jóvenes en Ulang.

La guerra se ha calmado en muchas partes de Sudán del Sur, no se ha detenido, solo se ha ralentizado. Sin celebraciones. Sin alegría. Sólo un alivio tranquilo y resentido. Los rumores volaron y se formaron planes de contingencia en los días previos al 12 de noviembre, fecha límite para implementar cambios importantes para un gobierno de transición. El día 12 vino y se fue sin cambios: otro aplazamiento de 100 días que se extendió hasta la mitad de la estación seca, el momento pico de la lucha. Las élites hablan de optimismo cauteloso. Veo una dura fatiga erosionada en los rostros de las personas, un agotamiento traumático que se extiende por generaciones.

Hace un año, cerca del comienzo del acuerdo de paz, la gente hablaba de su futuro, algo que no había escuchado en visitas anteriores. Los pueblos contenían vitalidad; Tiendas, puestos en realidad, aparecieron a lo largo de las carreteras; Los combatientes podían visitar a sus familias; La gente se quedó afuera más tarde en la noche; Todos los indicadores de la paz.; Todavía hay esperanza, empañada como está. Todavía indicadores pero están envueltos en capas de polvo.

Los asesinatos por venganza continúan. En el estado antes conocido como Lakes, las madres que han perdido a sus hijos ponen una cuchara extra en la bandeja cuando sirven comida a los jóvenes. Permanece allí hasta que el joven mata a otra persona en venganza. Los asesinatos se disparan y pueden explotar rápidamente en una tierra donde la guerra ha dado licencia a todo tipo de brutalidad.

Rachel, una oficial de protección veterana de NP de Kenia, trabaja en esta área en un lugar llamado Rumbek. Entre sus deberes, ayudó a formar y apoyar un Equipo de Protección Juvenil. Los jóvenes se reúnen una vez a la semana para capacitarse y planificar cómo pueden reducir la violencia en sus comunidades. Se desafían y se responsabilizan mutuamente. Hace un mes, uno de los muchachos, un término usado para los hombres solteros de treinta y tantos años, se saltó el entrenamiento para poder participar en el robo de ganado en el campamento ganadero vecino. Lo mataron esa noche. La semana siguiente se reunió el equipo de Protección Juvenil. Hablaron de la muerte de su amigo. Se desafiaron mutuamente sobre la venganza. Hablaron de la violencia interminable. Entendieron que la venganza traería más venganza. Decidieron no tomar represalias. Se sacó una cuchara de la bandeja sin que nadie muriera.

Es fácil descartar esta acción como un episodio aislado en un paisaje tan sangriento. Pero lo contrario es realmente cierto. El hecho de que los jóvenes eligieran una respuesta diferente, contraria a las prácticas históricas y culturales, amplifica la esperanza. Tales actos prueban que otra forma es posible. Iluminan la plasticidad del espíritu humano. Si bien las conversaciones oficiales de paz se llevarán a cabo en múltiples niveles, estos pequeños y profundos actos de valentía y compasión llevados a cabo una y otra vez por jóvenes, mujeres y hombres tejen los hilos indelebles de la transformación y quitarán las cucharas de la bandeja del país.

Puede proteger a los civiles que viven o huyen de un conflicto violento. Su contribución transformará la respuesta del mundo al conflicto.
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